La historia de Cantabria no se resume a la arquitectura y monumentos, también se encuentra en su naturaleza. Entre acantilados tallados por el tiempo y el rugido del mar, se extiende la ruta de la Costa Quebrada, un tramo de costa que cautiva con su salvaje esplendor y sus playas. 

Nuestro recorrido comenzó en la playa de San Juan de la Canal, en Soto de la Marina, donde la arena se funde con el bullicio semiurbano. Estando aquí empiezas a ser consciente de lo que te espera: un azul infinito y olas rompiendo contra las rocas, esculpiendo la costa con el paso del tiempo. 

Al costado izquierdo de la playa y después de recorrer una estrecha pista en dirección a una casa que se encuentra en la punta, nos topamos con un sendero por el que subimos. Esta senda serpenteante que se abre entre los acantilados nos regaló unas vistas panorámicas únicas de la costa. El camino es sin duda una invitación a la contemplación y la conexión con la naturaleza que rodea esta región.

Conforme fuimos avanzando por el camino, la Isla del Castro de la playa de Covachos comenzó a hacer acto de presencia. Esta playa es una de las joyas de la Costa Quebrada. Para llegar a ella, tuvimos que sortear un camino escarpado y unas pequeñas escaleras talladas en la roca, pero cada paso valió la pena. Al llegar a este paraíso escondido, nos encontramos con un paisaje de ensueño: arena dorada abrazada por acantilados imponentes que se elevan majestuosos sobre el mar.

Con la marea baja es posible divisar la lengua de arena que se forma por el efecto de la marea que sortea la Isla del Castro y que conduce a ella, al tiempo que recibe pequeñas olas por ambos lados. La sensación de estar rodeado por la naturaleza en su estado más puro, un poco alejados del bullicio y las distracciones, es algo significativo en esta ruta.

Finalmente, llegamos a la playa de la Arnía, otra joya de Cantabria. Aunque su tamaño no es el más extenso, su belleza es incomparable. Rodeada por los Urros de Liencres, esta playa cautiva. Aunque puede llenarse durante el verano, encontrar un rincón para disfrutar de la tranquilidad no tiene precio.

Cada paso por la ruta de la Costa Quebrada fue un encuentro con la naturaleza en su máximo esplendor y un testimonio de la serenidad del mar Cantábrico y su costa.