Para llegar al nacimiento del río Ebro nos dirigimos primero a Reinosa que se encuentra a 75 kilómetros de Santander. Una ruta que si se hace en bus te permite disfrutar de unas vistas increíbles donde el verde se convierte, una vez más, en el protagonista junto al río Besaya que nos acompaña gran parte del camino.
Lo primero que hicimos al llegar fue explorar los encantos de Reinosa, comenzando con una visita a la Iglesia de San Sebastián que data del siglo XVIII, considerada uno de los mejores ejemplos de arquitectura barroca en Cantabria.
Al atravesar Reinosa cruzamos varias veces el río por el Sendero del Ebro hasta llegar al Parque de la Finca de los Obeso. A partir de ahí nos dirigimos a la Plaza de Nestares pasando por el Parque Botánico hasta que nos encontramos con el carril bici que seguimos durante una hora. Praderas y campos con animales pastando fue la vista que nos acompañó.
Al llegar a Fontibre (del latín «Fontes Iberis» que se traduce como Fuentes del Ebro), localidad de Hermandad de Campoo de Suso, la atmósfera cambió, impregnada de un aura mística que rodea al nacimiento de uno de los ríos más emblemático de Cantabria, ofreciendo un paisaje adornado con fresnos, chopos, hayas, robles y sauces de ribera.
El recorrido hacia el nacimiento del Ebro se convirtió en un paseo sereno, donde el murmullo del agua y el canto de los pájaros creaban una sinfonía natural.
Lo primero que nos llamó la atención fue la bonita cascada que se encuentra en el camino creada a partir de una pequeña presa que no hace más que embellecer el paisaje.
Luego, los senderos, cuidadosamente trazados, nos condujeron hacia La Fuentona, donde las aguas cristalinas brotaban con una serenidad cautivadora. Ahí nos recibió una pequeña columna de piedra, obra de Jesús Soto, con grabados de todos los escudos de las provincias por las que pasa el río y donde se asienta la estatua de la Virgen del Pilar que custodia el lugar.
Aunque la ciencia pueda señalar al río Híjar como el origen principal de las aguas del Ebro, la tradición arraigada ha consagrado a La Fuentona como su nacimiento simbólico. Aquí, entre las montañas y los bosques, se respira la esencia misma de la naturaleza.
En la zona con mesas y bancos nos detuvimos a descansar mientras disfrutábamos del paisaje y del ambiente tan fresco como húmedo.
Como recomendación, la mejor época para visitar el nacimiento del Ebro es entre las estaciones de primavera y verano, cuando el clima es agradable y los senderos están en perfectas condiciones.
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