Laredo, una de las «cuatro villas marineras» junto con San Vicente de la Barquera, Castro Urdiales y Santander, cuenta con un legado histórico que se entrelaza con su presente, posicionándose como uno de los destinos turísticos más destacados de Cantabria.
Nuestro viaje a Laredo comenzó en una mañana nublada, pero la inclemencia del clima no logró opacar la belleza que este pueblo costero de Cantabria tenía para ofrecer. Al llegar a la playa La Salvé, nos recibió una suave lluvia que no hizo más que añadir un toque místico al paisaje.
Decidimos explorar el Paseo Marítimo, un tramo que bordea la costa y nos permite apreciar la imponente belleza del mar Cantábrico. A pesar de la niebla que envolvía el horizonte, las dunas y el sonido de las olas creaban una atmósfera cautivadora y quizá un tanto misteriosa. Caminamos de un extremo a otro del paseo, dejándonos llevar por la magia del entorno.
Con el paso de las horas, el sol finalmente se abrió paso entre las nubes. Fue entonces cuando nos dirigimos al túnel de Laredo, escarbado bajo el monte de La Atalaya y considerado un lugar emblemático con una vista espectacular al final. Desde el Mirador del Abra puedes pasar un rato tranquilo admirando la naturaleza y la entrada de la bahía de Santoña. Si no hay marea alta podrás acceder con cuidado a la playa de La Soledad.
El arte es un compañero durante los 221 metros de longitud del túnel, puesto que se encuentra decorado con imágenes del fondo marino pintadas por el artista Steve Camino. Además, la historia de este sitio es curiosa: fue construido en 1863 con el objetivo de permitir el acceso al Muelle de la Soledad; sin embargo, los temporales y galernas impidieron su construcción, dejando únicamente unos restos de espigones. Durante la Guerra Civil española tuvo un nuevo uso como refugio para los habitantes de Laredo debido a los ataques.
Después de esta experiencia única, nos aventuramos a explorar el Puerto Deportivo de Laredo, desde donde divisamos el Faro del Caballo de Santoña a lo lejos. La brisa marina nos recordó la conexión profunda que este lugar tiene con el mar.
Para concluir nuestro viaje, dimos un paseo por la Puebla Vieja y el Arrabal, declarados conjunto histórico-artístico en 1970, donde el encanto medieval se hace presente en cada rincón. Los restos de la muralla, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la arquitectura tradicional, junto con los detalles ornamentales de las fachadas, son los protagonistas de esta última parte del viaje.
Si decides visitar Laredo en el mes de agosto, no puedes perderte La Batalla de Flores, un evento que dota de color y vida las calles por las que pasan las carrozas cubiertas de flores de miles de flores.
Otros puntos de interés son el Mirador La Atalaya, desde donde se puede apreciar una vista panorámica de Laredo, y las Baterías Militares, que narran silenciosamente el pasado defensivo de la zona.
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