A medida que nos acercábamos, la vista de San Vicente de la Barquera emergió como un espejismo marítimo, con sus aguas azules arropadas por montañas distantes. En esta villa marinera se entremezclan el mar, la montaña y la historia.
Nuestro día comenzó en la Puebla Vieja, sumergiéndonos en un viaje en el tiempo. La silueta del Castillo del Rey, fortaleza del siglo XII, se alzaba imponente y ofrecía unas vistas panorámicas de una de las «cuatro villas marineras» junto con Castro Urdiales, Laredo y Santander.
En lugar de seguir el recorrido habitual hacia las murallas, nos desviamos para cruzar el puente de la Barquera, otro punto con unas vistas inigualables del puente de la Maza, por un lado, y la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, por el otro. De ahí nos adentramos por las calles hasta llegar al Santuario de La Barquera, un templo medieval custodiado por un hermoso jardín que protagoniza una leyenda. Se cuenta que la Virgen de la Barquera se apareció en dicho lugar, lo que creó la tradición de las Fiestas de la Folía, cuya fama se ha extendido por la región.
Después de admirar las vistas de la ría, inmersos en la tranquilidad del lugar, continuamos la caminata por el Paseo de la Barquera hasta llegar a la antigua Batería Santa Cruz de Suaz y al rompeolas o dique La Barra que protege el puerto. Ahí nos sorprendió la vista de la entrada al puerto, la Playa de Merón y los acantilados desde donde se observa el Faro de Punta Silla. Al ubicarse en una zona expuesta al fuerte oleaje, nos encontramos con la entrada del dique cerrada; sin embargo, desde la «ventana turística» instalada al inicio del dique nos permitimos un descanso.
Los guardianes de piedra
Un poco más tarde continuamos el recorrido de nuevo hacia la Puebla Vieja y hacia las murallas. La Torre del Preboste, cercana a la Puerta de Santander, es otro testigo de la época medieval. Su presencia guardan los secretos de tiempos pasados, desde recaudaciones de impuestos en la Edad Media hasta sus días como prisión.
Siguiendo los pasos de peregrinos ancestrales, nos encontramos con el Hospital de la Concepción, testigo mudo de los viajes hacia Santiago de Compostela durante el siglo XVI y del que hoy solo queda la fachada principal.
El punto culminante de nuestra visita fue la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Situada en el punto más alto de la Puebla Vieja, esta iglesia no solo domina el paisaje, sino que también cuenta la prosperidad pasada de San Vicente, reflejada en su arquitectura gótica montañesa y las bóvedas ojivales que se elevan sobre las tres naves.
Mientras la rodeábamos llegamos al Mirador de la Iglesia, lugar donde pudimos apreciar mejor los restos de la muralla medieval que en su tiempo protegía a San Vicente de la Barquera y de la que hoy en día se conservan algunas partes y puertas de acceso como la Puerta del Peregrino, la Puerta de Santander o la Puerta del Mar.
Además de la arquitectura, aprovechamos nuestra última parada antes de regresar al Paseo Marítimo para admirar la Marisma de Pombo, un paisaje adornado con montañas verdes y los Picos de Europa al fondo.
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