Llegamos a Castro Urdiales en una mañana fresca y soleada, aunque con pequeñas nubes, asomándose que a lo largo del día nos regalarían una visión un poco diferente de la villa, pero no menos bonita. El aire tenía ese aroma salino tan característico de los pueblos costeros.
Iniciamos en el puerto pesquero que durante la Edad Media era considerado uno de los puertos balleneros más importantes. Mientras el casco antiguo de la villa se despliega al fondo, nos maravillamos con la imponente Iglesia de Santa María de la Asunción y el Castillo-Faro de Santa Ana que adornaban la vista como guardianes de este destino turístico. Recordemos que Castro Urdiales forma parte de las «cuatro villas marineras» junto con Laredo, San Vicente de la Barquera y Santander.
El Parque Amestoy es una parada obligatoria. Este espacio verde, ideal para familias, está rodeado de casas con balconadas de madera, típicas de la arquitectura popular de Castro Urdiales. En la Calle de los Jardines, destaca la Casa para Isidra del Cerro, que alberga el Centro Cultural Eladio Laredo, un edificio con una fachada ecléctica que refleja influencias francesas y modernistas.
Desde allí, nos dirigimos a la Plaza del Ayuntamiento. El corazón de la vida social de la villa. Los soportales están llenos de bares y terrazas donde los locales y visitantes disfrutan de un café o un vino, mientras observan el ir y venir de la gente. Aquí se encuentra la Casa de los Chelines, un edificio neogótico con un mirador central.
Dejando atrás el bullicio de la plaza, llegamos a la Iglesia de Santa María de la Asunción, cuyo interior es una joya del gótico. Aquí, las figuras policromadas y el monumental órgano construido en Holanda son verdaderas obras maestras. Cada rincón de esta iglesia construida entre los siglos XIII y XIV cuenta una historia, y su designación como Bien de Interés Cultural es más que merecida.
Justo a lado recorrimos las ruinas de la Iglesia de San Pedro, el edificio más antiguo que se conserva en Castro Urdiales y que data del siglo XII.
Atalaya de Castro Urdiales y el Castillo-Faro de Santa Ana
Desde la iglesia, un corto paseo nos llevó a la Atalaya, un punto elevado desde el cual se puede apreciar la costa en toda su inmensidad. Los acantilados ofrecen una vista dramática del mar rompiendo contra las rocas, creando un espectáculo natural que hipnotiza.
Ahí mismo nos topamos con el Castillo-Faro de Santa Ana. Este lugar, situado estratégicamente entre acantilados, ha sido un baluarte defensivo desde los siglos XIII y XIV. Aunque el faro se construyó en el siglo XIX, su integración en el castillo medieval es perfecta. Este conjunto histórico, con sus exposiciones temporales, ofrece una inmersión en la historia y la cultura de Castro Urdiales. Como dato, este castillo fue utilizado por los habitantes de la villa para huir por el mar ante posibles ataques de la villa.
Unión de épocas
El Puente Medieval, con su único arco, conecta el castillo con el puerto. La vista del agua del mar que fluye bajo el puente, golpeando las rocas, es simplemente espectacular.
Después de cruzar el puente, decidimos subir a la Ermita de Santa Ana que se alza sobre un pequeño islote. Aunque las escaleras que llevan a ella están algo descuidadas, la vista desde la cima lo compensa todo. Desde allí, se tiene una panorámica perfecta del puerto pesquero y del casco histórico. La ermita, aunque pequeña y a menudo cerrada, es un lugar lleno de paz y con un encanto especial.
Playa de Ostende y Brazomar
Siguiendo el paseo costero, la playa de Ostende se nos presentó como un amplio espacio para relajarse. Con su arena grisácea y la peculiar Punta de los Cuervos, esta playa urbana es un lugar ideal para caminar, tomar el sol o simplemente contemplar el horizonte.
Sin embargo, donde más tiempo pasamos fue en la playa de Brazomar, más cercana al casco histórico y una joya con su arena dorada y vistas al puerto. Su paseo marítimo es perfecto para un paseo tranquilo, y la proximidad al centro la hace accesible y conveniente para una tarde de descanso. Además, justo ese día tuvimos la oportunidad de presenciar el Campeonato Regional de Trainerillas 2024 en la Ensenada de Brazomar.
Un oasis de tranquilidad
Finalmente, el Parque Cotolino, al final del paseo marítimo, se convirtió en nuestro lugar predilecto para concluir el recorrido. Aquí, lejos del bullicio del centro y con las vistas a la playa y casco histórico, pudimos disfrutar de la tarde con la brisa marina acariciándonos el rostro.
El legado romano de Flavióbriga
Uno no puede hablar de Castro Urdiales sin mencionar su herencia romana. Bajo la superficie de la actual ciudad, a apenas dos metros de profundidad, se encuentra el yacimiento de Flavióbriga. Aunque no es visible a simple vista, saber que caminas sobre una ciudad romana añade una capa más curiosa al recorrido.
Fiesta y tradición
La visita no estaría completa sin mencionar las celebraciones que llenan de vida a Castro Urdiales. Aunque nuestra visita no coincidió con el Coso Blanco, que consiste en un desfile de carrozas por la noche, ni con la Pasión Viviente, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, la fama de estas fiestas se respira en el aire. La villa se transforma, y la gente de toda la región acude para celebrar.
Sitios turísticos peculiares
Como fue el caso del Cementerio de Comillas, estos lugares tan particulares son objeto de admiración debido a sus vistas o arquitectura. En Castro Urdiales, el Cementerio de la Ballena, declarado Bien de Interés Cultural, atrae a los visitantes debido a que cuenta con unas vistas increíbles al Mar Cantábrico y cuenta con mausoleos y panteones neogóticos y neoclásicos que son consideradas obras de arte. Un ejemplo es el ángel de bronce que hay en la entrada y que resulta tan atractivo como la escultura del «Ángel exterminador» en Comillas.
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